Comisaría sin bocadillos, celda sin televisión.

El desayuno en el Centro, sustancioso, con tostadas de mantequilla, café con leche y fruta del tiempo.
El traslado, confortable, en furgón refrigerado y charla animada con el chaval del módulo cinco.
El acto, breve, con una conformidad asumible.

Pero luego, aquella tardanza sin fin en los calabozos del Palacio.
Y después, todavía, más traslados, y más calabozos, los de Comisaría.
Normal que el estómago se queje a esas horas y que clame y blasfeme por un bocadillo tras los barrotes.

Y al regreso al Centro: parte disciplinario, y por fin la cena.

Hoy debuto en aislamiento, programan y no veré, Master Chef, con aspirantes en catering colegial. Y fantaseo con catering para detenidos en aquel sótano policial, ahora televisivo y hospitalario, con aspirantes endulzando condenas y acusaciones.

(Domingo Núñez. Cartagena 2015, sobre hechos reales).

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